El perdió los calzoncillos, la mujer perdió el refajo y después, hecha un ovillo, quedó aplastada debajo. El temblor jué a medianoche y toos 'taban durmiendo, a pesar del manso boche que aullando armaron los perros. El suelo agarró un meneo que subía y que bajaba de ocho grados, más o menos, como no se recordaba. Toos salimos corriendo y en medio'e la tendalá, los chanchos seguían durmiendo y no se les daba n'a. Como vino el apagón todo el mundo tropezaba y mi tía Encarnación pilucha se persignaba. Menos mal que había luna y se podía ver algo así es que le vide algunas presas que ocultó por años. Las ovejas, siempre en piño, corrían p'allá y p'acá, y una prima sin corpinño se tapaba con la almohá. Desde las estanterías y de los escaparates, too lo que se caía rodaba por todas partes. Treinta segundos exactos duró el manso temblorcito y allí, en el medio del patio, nos encontramos toitos. Unos a medio vestir, otros, vistiendo lo mismo, nadie hallaba qué decir ¡p'tas que estábamos lindos. El que más, halló un abrigo, la que más, una frazá, y en cuanto a los cauros chicos así empelota nomás. Güen dar con las consecuencias y las cosas de este mundo, y lo que se ve y se aprecia en sólo treinta segundos. Jué por eso que mi tío, cuando empezó el movimiento, al huir, despavorío, con mi tía en seguimiento Se manió con los zapatos, después pisó una botella, se derrumbó guarda abajo y se vino encima de ella. Ahí perdió los calzoncillos, ella perdió los refajos, y jué así que hecha un ovillo quedó aplastada debajo. CODA: Vayan las explicaciones de algunos actos impúdicos que sólo fueron reacciones ante un evento telúrico.