Al tibio amparo de la 214 se desnudaba mi canción de amor: llegaba el día, indiscreto y torpe, y la belleza nos hacía más pobres, más esclavos de la ronda del reloj. Así pasaron los momentos locos, así pasaba la felicidad: huyendo siempre de mirada de otros, entretejiendo un universo loco de caricias, dudas y complicidad. Toma de mí todo, bébetelo bien, hay que ayunar al filo del amanecer. Toma de mí todo y todavía más, hay que esperar un largo no de claridad. Toma de mí todo cuanto pueda ser. El sol no dá de beber. A los tristes amores mal nacidos y condenados por su rebelión daré algún día mi canción de amigo y fundiré mi vino con su vino sin perder el sueño por la excomunión. Y a quién me quiera incinerar los versos, argumentando un folio inmemorial, le haré la historia de este sol adverso que va llorando por el universo esperando el día que podrá alumbrar. Toma de mí todo, bébetelo bien, hay que ayunar al filo del amanecer. Toma de mí todo y todavía más, hay que esperar un largo no de claridad. Toma de mí todo cuanto pueda ser. El sol no dá de beber.