Dejando su lugar entre las cosas que se dan amor, quien tiene viejo el corazón se va. Huye a su habitación llevándose lo que jamás llegó, lo que ya nunca llegará: su amor. Hasta las altas sombras de la noche la luz de su ventana brilla en vela. La madrugada, que bien lo conoce, dice que todo el tiempo sólo espera. Van la luna y su corte a su guarida. Canta de horror un pájaro en la güira. Mira el gato con ojo incandescente. Se siembra más el corazón de muerte. La luna saca allí todos sus dientes con una claridad indiferente. La luna, la culpable, la viajera, la luna de una muerta primavera.