Olivia despertó por la mañana como suele hacer la gente más o menos con el sol. Era un sábado más en su ventana, era otra invitación para la suerte, era otra semejanza del amor con que trenzaba hijas y calor con la soledad, era la soledad, salía el sol. Olivia en su península poblada por la lentitud del día, por el tiempo sin hacer. Sobre su condición iba parada como una diosa de la luna fría que las estrellas quiere conocer y da una piedra errante de comer con su soledad, era la soledad, y vio llover. Olivia no sabía que la noche tiende puentes de aguacero para llegar a su umbral. Olivia no sabía que hay un coche y un precipicio al borde del cochero y oyó decir que un astro guía en el mar y salió de su isla a caminar con su soledad, era la soledad, y oyó cantar.