Tu sed transustancia mi sudor en vino que bebemos en cada beso. Tus pies no se hunden en los lagos de mis lágrimas. Tu saliva siembra la luz en la noche de mis ojos. Tu voz resucita mis músculos dormidos mis latidos sepultados. Tus manos, cuando me tocan, curan mis heridas más invisibles. Tu hambre fecunda peces que se multiplican como deseos de humedad en el múltiple pan de mi cuerpo. Cada vez que me amas, es un milagro.