Al llegar al puerto subes por el barrio pescador. Dejas a tu izquierda aguas sucias bajo el sol. Y sobre tu cabeza chillan, dando vueltas, gaviotas que te guiarán. Sólo avanza un poco más, y quizás me oigas cantar: ¿Quién me habrá robado el sol, que hoy no siento su calor y las ropas que cubrían mi piel han tornado desnudez? Si es que escuchas esto, habrás llegado a la plaza de La Soledá. Verás a un anciano que te hará alguna indicación. No le hagas caso, ello supondría un grave error. Y sobre tu cabeza siguen dando vueltas gaviotas que te guiarán. Atraviesa el callejón. ¿Es que no oyes mi voz? ¿Quién me habrá robado el sol, que hoy no siento su calor y las ropas que cubrían mi piel han tornado desnudez? Cuando escuches esto, habrás llegado a la plaza de La Soledá. Pero, ¿quién me habrá robado el sol, que hoy no siento su calor y las ropas que cubrían mi piel han tornado desnudez? Cuando escuches esto, habrás llegado a la plaza de La Soledá, la plaza de la Soledá, la plaza de la Soledá.