El miura que llevaba en sus adentros, Estaba dormío, pero no estaba muerto. Era evidente el monstruo había vuelto Y se alegraban las mujeres que algún día lo tuvieron. Y lloraban los famosos, de reciente investidura, Y reían los que en su ausencia, añoraron su locura, Se notaba la ilusión en los rostros deslumbrantes, De los niños, que por críos, no lo conocieron antes. Porque quien tuvo, retuvo, porque el arte nunca muere, Si lloramos cuando parte, celebramos cuando vuelve, Que el talento es caprichoso, imprevisible, pero fiel, Y allí donde fue querido siempre gusta de volver. Fue un regalo ver que estaba en lo cierto, Pues sabía que su regreso solo era cuestión de tiempo, Cuentan que hubo más de uno, que quisieron ignorarlo, Pero al sol que brilla tanto, no hay sombrillas pa taparlo. Y brilló como hizo siempre, y disfrutamos como nunca, Como antes de marcharse, y dejarnos con la duda. Fue un despido improcedente, voluntario y diligente, Fueron solo nueve años, pero parecieron veinte. Porque quien tuvo, retuvo, porque el arte nunca muere, Si lloramos cuando parte, celebramos cuando vuelve, Que el talento es caprichoso, imprevisible, pero fiel, Y allí donde fue querido siempre gusta de volver.