Consiguió volverse ligero y arder,
diluir la losa que cubre sus tímpanos,
y escuchar, y escuchar su voz
tan limpia que duele,
y escuchar.
Él juró poner a su nombre la gravedad,
suspender los posos del aire entre sábanas,
y olvidar, y olvidar su voz
tan frágil como el sudor,
y olvidar, y olvidar.
Dicen que fue el calor
lo que hizo del pulso su piel,
yo sé que fue su voz
y la historia de aquella mujer.
Consiguió volverse ligero y arder. Con él,
prendió la maleza, como un retal,
la pizca de polvo que tiembla.
Y encender, y encender su voz
fue todo lo que pidió,
y encender, y encender su voz.
Dicen que fue el calor
lo que hizo del pulso su piel,
yo sé que fue su voz
y la historia de aquella mujer.
Yo sé que fue su voz
y la historia de aquella mujer
que cayó junto al mar.