Arrodillado en el suelo entregado, el cillicio que me ofrece el suplicio, sus clavos desgarran mi carne lacerada, me siento más cerca del dueño de su alma
El dolor me ha revelado, el camino a lo sagrado, bendecido por la soga, me flagelo en la sombra
Y mis rezos son el eco, del tormento de mi alma
Entregandole mi carne, ofreciendole mi sangre
Acercándome al desmayo
Padre esucha a tu lacayo
Empuña con fuerza la soga, golpeo con fuerza mi espalda, desnudo, llorando y temblando, me inflijo severos castigos