La ventana dejó abierta una niña acalorá, por la noche se entró el fresco y la dejó embarazá. El otro día una prima que es bruja, ciento por ciento, me embrujó, me echó unos polvos, y me dejó re contento. Mi novia, bajo la blusa, tiene dos melocotones, mi suegra tamién usa blusa, pero ella tiene melones. Voy a cantar, caballeros, con todito el corazón, la alegría de mi pueblo en coplas por diversión. Todo se hará con respeto, sin ánimo de ofender, si se me pasa la mano sin darme cuenta va a ser. Comienzo, con la guitarra, a trinar, sencillamente, y luego a contar las cosas que me vienen a la mente. Así comienza la fiesta, de estas cuartetas contentas, a las que voy a ponerles sal y un poco de pimienta. Que les vaya como ejemplo esto que les digo ahora, no es lo mismo "guardia vieja" que "tenga cuidado señora". Y si esa copla es muy fina, una colorá le ofrezco, no es lo mismo "huevos frescos de gallina" que "P'a'onde vai con la gallina huevón fresco". La cosa va a ser con tutti, como dijo un italiano, y una niña le decía: "Sácame de ahí la mano". De curas y de monjas. Un cura se confesó, de unos terribles pecados, y puso verde, de envidia, al cura del otro lado. (Eso es cierto) Una monja tuvo guagua, no se conoció al papá, Madre: ¿Colgó la sotana? "No, se la arremangó no más". (Eso no es cierto, en todo caso). Una monjita golosa, corrió 'onde el Padre Gatica, que es un cura muy extraño pues no predica, practica. De curaos. ¡Caramba! soy de Coihueco, ¡la vida! dijo un curao y se pegaba el pencazo ¡Caramba! desesperao. Dijo un curao, pilucho, empinándose la copa, parece que me asaltaron y me robaron la ropa. Un curao no sabía por qué se había curao, y es que era para olvidar y ya se había olvidao. Un curao, de cien años, que era oriundo de Chol - Chol, dijo que llegó a esa edad conservándose en alcohol. De loros. Un loro que yo tenía, que decía "poto hueco" se quejaba todo el día que tenía el pico chueco. Y un loro que conocí, que dormía bajo un saco, como era de plumas verdes se creía que era paco. Un loro que conocí, en la casa de la Elisa, después de sacarte la madre se mataba de la risa. Y un loro que conocí, en la casa de mi yerno, no se cagó de la risa pero se cagó en mi terno.
En la casa en que haya loro hay que dentrar con cuidao, son como la suegra de uno, nunca se quedan callaos. De viejas. Una vieja se comió como cincuenta sandías, anteayer se metió al baño y no sale todavía. Esta es la historia de una vieja del campo, historia del folclor chileno, de la Zona Central. Dice que esta vieja tenía una baca enferma y, como las viejas, en el campo, no creen en las cosas modernas, esta vieja en vez de llevarle la vaca al veterinario, que sería lo correcto, se la llevó al curandero del sector, vale decir al brujo este que cura los males de ojo, quiebra los empachos, compone huesos, todas esas cosas. La historia es la siguiente: Fue, a un curandero, una vieja por una vaca amarilla, y el brujo la sobajeaba, (a la vieja, no?) por la orilla, por la orilla. Como a la quinta sesión la vieja encontró el remedio, que se me muera la vaca pero soba por el medio. Una vieja se comió un picoroco de mar y pesó que, con el bicho, se podía embarazar. (Lo que demuestra que las cosas, con los años se van olvidando, pero alguna idea, por ahí, va quedando). Una vieja suspiraba, enchufándose el corsé. Si se me sale, me dijo, me lo enchufai otra vez ( el corsé). Una vieja re contenta porque le picaba allí, corrió al doctor y este dijo: Fue una mano con ají. Anteayer mordí a una vieja, me quebré la dentadura, es que era recontra vieja así es que estaba re dura. Morder a una de dieciocho, ¡La vida! y es diferente, porque, aunque también es dura ¿A quién le importan los dientes? De viejos. Un viejo, muy amargao, porque no pasaba "eso" tomaba, todos los días, un vaso'e leche con yeso. Tiempo después se murió, envenenao, el viejo leso, pero se murió feliz porque estaba todo tieso. A un viejo, un día, le dieron un remedio natural, en la noche, le dijeron, póngalo en agua con sal. Puso el "asunto" en salmuera, el viejo, re entusiasmao, y después de larga espera, lo sacó más arrugao. Tal vez, entre los que escuchan, quien sabe haya un viejo lacho, que todavía se cree toro, joven, con dos cachos. A él le dedico estos versos que mi agüelo me enseñó, con un cacho que funcione no son necesario dos. Con estos versos termino, las coplas por diversión, las canté, con alegría, y con todo el corazón.