Yo soy uno de aquellos,
de aquellos postergados,
que nunca habían podido
decir una opinión.
Que no tenían derecho
a amar y ser amados
y estaban condenados,
para siempre, al dolor.
Yo soy uno de aquellos,
de aquellos postergados,
que nunca habían tenido
para nadie interés.
Por eso al ofrecerte,
con orgullo, mi brazo
caerán, hechas pedazos,
las cadenas de ayer.
Los tiempos cambian, vida mía,
y hoy tenemos
pleno derecho a disfrutar
de nuestro amor,
hay mucha gente, vida mía,
que nos quiere
y está el futuro,
diferente, de los dos.
Vendrán los años
a alegrar nuestro cariño,
también los hijos,
si es que así lo quiere Dios,
/será el comienzo
de una vida diferente,
si egoísmos, sin pasado,
sin rencor/ (bis).