Y quedamos para dar una vuelta allí donde el viento se acuesta después de jugar con cometas que no quieren suelo. Y la espero fumándome un peta, y, en el humo que mi boca suelta, sin prisas ni frenos, me doy un garbeo y a sus recuerdos les doy rienda suelta y una madeja de besos pa que tejan, en la tarde inquieta pa mi, su silueta al vuelo, pa oler el perfume de su entrepierna y encenderme al momento y sentir como se alegra toito mi cuerpo. El sol se deja caer por la falda de la sierra y se arregla la tierra otra vez, el pelo se suelta; se pone coqueta pa seducir al atardecer y follar con él hasta que éste muera. La noche se asoma desnuda al balcón del cielo, y, en la cuerda de tender sus velos, cuelga a la luna, pero sólo a medias. Y, a la vez que la peina y esparce su olor, despierta a las estrellas, que duermen en su colchón a pierna suelta. Y con los trinos de la oscuridad se me va entonando el cuerpo. Ya queda menos pa verla llegar; pa tocarnos queda menos.
Se excita el suelo al sentir su caminar y a mi me llega su aroma, y el salío viento, que la acaba de soñar, para rozarla se asoma. Y llega a mi altura. Y con la luz de su mirada, en na y menos, me ciego. Y me pego a su locura. Y el infierno de su boca pa mis labios es el cielo. Recorro su cintura... y del prado de su vientre bajo pal monte de Venus: se desata mi lengua; se mete entre sus piernas, mis manos en sus pechos, en sus pechos. Se hizo brisa flor de la sierra y le dije si quería venir, conmigo y mi trajín, a dar una vuelta. Ella rió y se me acercó y al oído me dijo que sí y que la esperara allí donde el viento se acuesta... Y aún más cerca me dijo que se iba a duchar, que se iba a poner toda guapa. Lo primero, pensé: lo veo normal. Lo segundo es que no le hace falta, porque ella es guapa al despertar, despeiná y con legañas, ella es guapa una jartá; terriblemente guapa. ... Se desata mi lengua; se mete entre sus piernas pa volar en su cielo