Me gusta hablar de la cocina
con la seriedad que Gorvachov aborda el tema
de la caída de su cortina.
Me gusta verte remendar mi pantalón
que hubiese ido a dar a la basura
si hubiese sido otra la situación.
Me gusta verte sonreír cuando lo normal era llorar.
Me has gustado siempre y hoy me gustas mucho más.
Porque sin aludir a la fortuna
aquella noche de luna tu vientre se hizo cuna.
Trayendo el fruto de algo mutuo.
Y es que tan sagrada es tu labor,
que pariendo con dolor materializas el amor,
volviendo humano el sentimiento.
Me gusta verte en el supermercado
escoger los abarrotes
según la economía nos haya tratado.
Me gusta ver tu abdomen de perfil
que viene a recordarme
que de una nueva vida seré yo el albañil.
Me gusta verte ese swing que has adoptado al caminar,
y es que me gustas toda, incluso verte estornudar.
Porque sin aludir a la fortuna
aquella noche de luna tu vientre se hizo cuna.
Trayendo el fruto de algo mutuo.
Y es que tan sagrada es tu labor,
que pariendo con dolor materializas el amor,
volviendo humano el sentimiento.
Me gusta verte en el supermercado y tu swing al caminar
y tantas otras cosas, pero más me gustarás,
cuando alguien te llame: mamá