Una noche a la hora en que la vida, ya baja violenta. Arrastrano maderos podridos y restos de fe. Le cogio con el alma dormida y la puerta entreabierta. Permitiendo que el rio creciera y se hinchara con él. Y entre un mar de sonrisas prohibidas y de lágrimas muertas escogió ser amigo de paso del gran capitán que no ordena, ni grita, ni escucha implacabe y sediento el virrey del silencio furtivo y de la oscuridad. A mi no me saldran alas como a Clarisa. A mi que tengo pavor a la soledad. A mi que nunca fui bueno en las despedidas. A mi se me quiebra el alma cuando se va. Bocanadas a partes iguales de furia y ternura de verdades envueltas en lazo con papel celofan de egoismo insaciable servido en bandeja de plata
y de mentiras color caramelo que saben a sal. Y a mi no me saldran alas como a Clarisa. A mi que tengo pavor a la soledad. A mi que nunca fui bueno en las despedidas. A mi se me quiebra el alma cuando se va. A mi se me quiebra el alma cuando se va. Se dejaba arrullar por las voces mas cautivadoras. La locura es tan cuerda aunque nadie lo quiera pensar. Y saber que la parte correcta la muestra el espejo. Y querer comprobar qué demonios se esconde detras. Y a mi no me saldran alas como a Clarisa. A mi que tengo pavor a la soledad. A mi que nunca fui bueno en las despedidas. A mi se me quiebra el alma cuando se va. A mi se me quiebra el alma cuando se va. A mi se me quiebra el alma cuando se va.