23 de septiembre, año del 65,
En Chihuahua unos muchachos,
Se lanzaron decididos
A luchar por los derechos
De todos los oprimidos.
Eran trece, ocho cayeron,
Durante aquella jornada,
Que señalaba un camino
Para construir su patria.
A la masa empobrecida,
Campesina y proletaria.
El gobierno dijo que eran
Locos mal aconsejados.
Y como torpe venganza,
En un gesto inhumano,
Sin el último cobijo,
A una fosa los echaron.
Poderosos opresores,
Terratenientes y ricos,
En la tumba insultaban
A los jóvenes caídos,
Pensando que con su muerte,
A su causa habían vencido.
Cuando se llevan en el alma
Condiciones muy profundas,
Cuando toda la conciencia
A la realidad impugna,
Ya no se piensa en la vida,
Sólo se piensa en la lucha.
Si se triunfa es más pronto
El mañana que se anhela.
Si derrotan el intento,
El ejemplo es el que queda,
Como faro libertario,
Y otros seguirán la senda.
Y entraron al combate,
Sin temblores y sin miedos,
Y su sangre generosa
En la sierra la vertieron,
Para sembrar la esperanza
De un futuro justo y bueno.
Su empeño, su firmeza,
Su profundo amor al pueblo,
Los llevó al sacrificio,
Pero ellos no están muertos.
En la luz de sus principios,
Siempre seguirán viviendo.
Vuela, vuela, palomita,
Sin descansar un ratito.
Vuela y dile a las muchachas,
De la la norma al desausillo
Que cayó Pablito Gómez,
Su profesor más querido.
Luego reanuda tu vuelo,
Entre los verdes nogales,
Y ve y dile a los muchachos,
De la la normal de salaises,
Que cayó Miguel Quiñones,
Defendiendo sus ideales.
Y cruzando por la sierra,
Y por todos los lugares,
Que peleando por el pueblo,
Sosteniendo sus verdades,
Con las armas en la mano,
También cayó Arturo Gámiz.
Después, volando muy alto,
Ve y sacude las conciencias,
Para que nunca se olvide,
Ni se borre ni se pierda,
La razón que defendieron
Los Mártires de Madera.