No sé por qué me gustan tanto los espejos y los espejismos.
Sé que a los diez años me apasionaban los trucos de magia.
La magia a domicilio con sus instrumentos: el sombrero de doble fondo, la varita con la estrella, el juego de cartas que entre los dedos se metamorfosea en cabeza de cerdo. Sí, sí.
Todo eso te llegaba en una gran caja de los almacenes.
Peto, calle de la caravana, cerca del Circo Cíniselli, en San Petersburgo.
Dentro venía un manual de magia que enseñaba cómo hacer desaparecer o cambiar una moneda entre los dedos.
Yo intentaba hacer esos trucos delante de un espejo,
Tal como aconsejaba el manual: "Ponte delante de un espejo".
Y mi carita, pálida y seria, reflejada en el espejo, me aburría... Me ponía un antifaz negro que me daba mejor cara; pero nunca llegaba a igualar al famoso mago Mister Merlín,
A quien solían invitar a las fiestas infantiles y de quien yo intentaba en vano imitar el parloteo, frívolo y engañoso, que mi
Manual quería que yo recitara para eclipsar mis juegos de manos. Parloteo frívolo y engañoso: he aquí una definición engañosa y frívola de mis obras literarias...
Pero esos estudios de escamoteo no duraron mucho.
"Trágico" es un término muy fuerte, pero hay algo trágico en el incidente que me hizo abandonar esa pasión, relegar la caja al cuarto trastero con los juguetes difuntos y los títeres rotos.
Una tarde de Pascua, en la última fiesta infantil del año,
No pude evitar mirar por la ranura de una puerta para ver cómo iban los preparativos que hacía el señor Merlín para su número de salón.
Le vi que entreabría un secreter para meter tranquilamente, abiertamente, una flor de papel. Y la familiaridad de aquel
Gesto era innoble comparada con el hechizo de su arte.
Yo entendía de ello, sabía qué ocultaba el frac ajado de un mago, y qué pueden hacer los magos.
Ese vínculo profesional, vínculo de mala fe, me llevó a revelar a
Una primita mía, Mara Jevuska, en qué escondrijo hallaría la rosa que Merlín escamotearía en uno de sus trucos.
En el momento crítico, la pequeña traidora, blanca y de pelo negro, señaló con el dedo el secreter, gritando: "¡Mi primo ha visto dónde la ha metido!" Yo era muy joven, pero ya distinguía o creí distinguir la expresión atroz que contrajo las facciones del pobre mago. Cuento este incidente para satisfacer a mis críticos perspicaces que declaran que en mis novelas el espejo y el drama
Andan muy lejos. Porque debo añadir: cuando abrieron el cajón que los niños señalaban entre burlas... la flor no estaba."Fragmento entrevista al escritor Vladimir Nabokov autor de "Lolita" por Bernat Pivot en junio de 1975.