La campaña de prejuicios y paranoia de Donald Trump es algo que no hemos visto antes – y es profundamente peligroso.
En todas las partes a las que voy, las personas me dicen lo preocupadas que están con la retórica divisiva que escuchan de mi oponente en esta elección. Entiendo su preocupación por que esto es algo que nunca hemos escuchado de un nominado, de uno de los dos partidos políticos principales, a la presidencia de los Estados Unidos.
Desde el principio, Donald Trump ha construido su campaña sobre prejuicios y paranoia. Él le está dando voz a los grupos de odio y está ayudando a que un elemento marginal se apodere del partido republicano. Su falta de respeto por los valores que hacen a nuestro país grande es profundamente peligroso.
Esta semana, bajo la presunción de acercarse a los afroamericanos, Trump se paró frente un grupo mayoritariamente blanco y describió a las comunidades afroamericanascon palabras ofensivas e ignorantes. “En este momento, caminas por la calle y te disparan”. Esas fueron sus palabras.
Trump no ve el éxito de los líderes afroamericanos en todos los campos, la vitalidad de los negocios creados por afroamericanos, o la fortaleza de la iglesia afroamericana. El no ve la excelencia de las universidades y escuelas históricamente afroamericanas o el orgullo de padres afroamericanos al ver a sus hijos sobresalir. Y con certeza no tiene soluciones para abordar la realidad del racismo sistemático y crear más oportunidades para todos los estadounidenses.
Toma mucho descaro preguntarles a las personas que ha ignorado o maltratado por décadas, ¿Que tienen que perder? La respuesta es, todo.
La falta de conocimiento, experiencia y soluciones de Trump serían lo suficiente malo-- pero lo que está haciendo es más siniestro: Trump está reforzando estereotipos dañinos y ofreciéndole una plataforma a sus simpatizantes, quienes están llenos de odio. Y esto es una perturbadora premonición de la clase de presidente que seria.
Sé que algunos aún le quieren dar a Trump el beneficio de la duda y esperan que haya un Trump más amable y gentil. Pero la dura realidad es que no hay otro Trump.
Cuando comenzó en los negocios, Trump fue demandado por el Departamento de Justicia por rehusarse a rentarles apartamentos a inquilinos afroamericanos y latinos. Sus aplicaciones fueron marcadas con la letra ‘‘C'' para señalar que eran personas ‘‘de color'' y estas aplicaciones fueron rechazadas. Tres años después, el Departamento de Justicia llevó a Trump al tribunal una vez más porque no había cambiado esa práctica.
Ese padrón continúo por las décadas.
Reguladores estatales multaron uno de los casinos de Trump por haber repetidamente removido a trabajadores del casino que eran afroamericanos del piso principal. Y no olvidemos que Trump ganó relevancia política por haber liderado los esfuerzos de los llamados “birthers”. Trump promovió la mentira racista de que el presidente Obama no era un ciudadano estadounidense -- esto era parte de su prolongado esfuerzo para deslegitimar al primer presidente afroamericano de los Estados Unidos.
En el 2015, Trump lanzó su propia campaña con otra mentira racista. Describió a los inmigrantes mexicanos como violadores y criminales y acusó al gobierno mexicano de vigorosamente mandarlos a cruzar la frontera. Nada de eso es verdad.
Desde entonces, la oleada de intolerancia ha continuado.
Trump-- el hombre que hoy es el portador del estandarte del partido republicano-- dijo que no podía confiar en que un distinguido juez federal nacido en Indiana haría su trabajo objetivamente por ‘‘ser un mexicano''. Paul Ryan, el presidente de la Cámara de Representantes clasificó eso como ‘‘una definición de libro de texto de lo que es un comentario racista''.
Pero para Trump, eso es algo normal.
Este es alguien que retuitea a los extremistas blancos en línea, divulgando su mensaje a 11 millones de personas. Cuando le preguntaron en televisión nacional si rechazaría el apoyo de David Duke, ex-líder del Ku Klux Klan, Trump no lo hizo. Se rehusó a denunciar los insultos antisemitas y las amenazas de muerte que mandaron sus simpatizantes, y continuó empujando teorías de conspiración desacreditadas con claros trasfondos racistas.
Dijo que miles de musulmanes estadounidenses en Nueva Jersey aplaudieron los ataques del 11 de Septiembre. Insinuó que el padre de Ted Cruz, un inmigrante cubano, estuvo involucrado en el asesinato de Kennedy. Y recientemente, Trump declaró que el presidente Obama fundó ISIS -- y después repitió esa locura una y otra vez.
Este es el hombre que quiere ser el presidente de los Estados Unidos.
Algunos dirán que la algarabía e intolerancia de Trump es solo retórica incendiaria de campaña, pero las políticas que ha propuesto pondrían sus prejuicios en práctica. Trump formaría una fuerza de deportaciónpara detener a millones de inmigrantes y expulsarlos del país. Revocaría el fundamental principio Constitucional que dice que si naciste en los Estados Unidos, eres un ciudadano estadounidense. Le prohibiría la entrada a miles de musulmanes de todo el mundo--1.5 mil millones de hombres, mujeres y niños-- solo por su religión.
Algunos dicen que no debemos de preocuparnos, que como presidente, Trump estará rodeado de asesores inteligentes que controlaran sus peores impulsos.Pero vean a quien puso a cargo de su campaña: a Stephen Bannon, el jefe de la página de web de la derecha alternativa llamada Breitbart.com.
La unión entre Breitbart y la campaña de Trump representa un logro histórico para la derecha alternativa o “Alt-Right”. Un grupo de escritores del Wall Street Journal han descrito a esté grupo como un movimiento desorganizado, predominante en línea, que “rechaza el conservatismo principal, promueve el nacionalismo, y considera que la inmigración y el multiculturalismo es una amenaza para la identidad blanca”.
Nadie debería tener ninguna ilusión de lo que verdaderamente está pasando aquí. Los nombres talvez hayan cambiado-- los racistas ahora se auto-nombraron racialistas. Los extremistas blancos ahora se auto-nombraron ‘‘nacionalistas blancos”. Los grupos marginales y paranoicos ahora se auto-nombraron el ‘‘alt-right”. Pero el odio arde igual.
Esto es parte de una historia más amplia -- el ascenso del nacionalismo de extrema derecha se está dando por todo el mundo.
Ayer, Nigel Farage, uno de los líderes más reconocidos de la derecha en la Gran Bretaña, hizo campaña con Donald Trump en Mississippi. Este es un hombre que avivó el sentimiento anti-inmigrante solo para ganar el referéndum y lograr que la Gran Bretaña se saliera de la union Europea. Farage instó a la prohibición de acceso a las escuelas públicas y a los servicios de salud para los hijos de inmigrantes documentados, ha dicho que las mujeres, cito: “son menos'' que los hombres, y apoya deshacerse de leyes que le impide a los patrones discriminar basado en origen étnico.
Y el máximo exponente de esta marca global del nacionalismo extremo es el presidente Ruso, Vladimir Putin, a quien Trump alaba. Trump habla casualmente sobre abandonar a nuestros aliados de la OTAN, reconociendo el anexo de Crimea a Rusia, y de darle al Kremlin una mano en el este de Europa.
Todo esto se suma a algo que nunca hemos visto antes. Siempre ha habido un grupo marginal paranoico dentro de nuestra política, pero nunca ha contado con el apoyo de un nominado a un partido principal, avivándolo, animándolo y dándole un megáfono nacional. Hasta ahora.
Esto no se trata tan sólo de una elección. Es el momento de la verdad para todos nosotros, los que amamos a este país y creemos que los Estados Unidos es mejor que esto.
Cuando Bob Dole aceptó la nominación para presidente del partido republicano hace 20 años, le señaló la salida a los racistas dentro del partido y les dijo que se salieran. La semana después del 11 de septiembre, George W. Bush fue a una mezquita y declaró que los musulmanes “aman a los Estados Unidos tanto como yo”. En el 2008, John McCain le dijo a sus propios simpatizantes que Barack Obama era un ciudadano estadounidense y una ‘‘persona decente''.
Necesitamos ese tipo de liderazgo otra vez.
Cada día, más estadounidenses se están levantando y diciendo que “ya es suficiente” -- incluyendo a muchos republicanos. Estoy honrada de contar con su apoyo, y les prometo esto: Con la ayuda de ustedes, seré presidenta para los demócratas, republicanos e independientes. Para aquellos que voten por mí y para aquellos que no lo hagan. Para todo el pueblo estadounidense.
Porque creo que juntos somos más fuertes. Es una visión para el futuro fundamentada sobre nuestros valores -- y que se refleja en la creciente generación de jóvenes estadounidenses, los cuales son los más abiertos, diversos y conectados que hemos visto. Vamos a continuar hacia adelante juntos. Luchemos contra el prejuicio y la paranoia. Y comprobemos una vez más que los Estados Unidos es grande porque los Estados Unidos es bueno.