Cuando el venadito baja
a beber del manantial,
siempre ve a otro venadito
que dentro del agua está.
En ese remanso claro,
en el terso espejo aquel,
ve que el venadito abajo
es en todo igual a él.
¡Salte del agua, ven a jugar!
¡Vamos al llano a corretear!
Quiero saber si me ganas
cuando te de la señal.
¡Ponte muy listo para correr!
¡Uno, ... dos, .... y tres!
Pero la imágen del agua
ni le habla,
ni le intenta seguir.
Y el venadito
siempre solito
se va de allí.