Cuando el venadito baja a beber del manantial, siempre ve a otro venadito que dentro del agua está. En ese remanso claro, en el terso espejo aquel, ve que el venadito abajo es en todo igual a él. ¡Salte del agua, ven a jugar! ¡Vamos al llano a corretear!
Quiero saber si me ganas cuando te de la señal. ¡Ponte muy listo para correr! ¡Uno, ... dos, .... y tres! Pero la imágen del agua ni le habla, ni le intenta seguir. Y el venadito siempre solito se va de allí.