Enamorándonos, hasta los tuétanos,
fuimos queriéndonos, ¡Ay!, con tal pasión
que algunos pérfidos, sin más escrúpulos,
nos llaman cándidos, ¡ay! sin dilación…
Pero al fanático, de lo romántico,
le importa un rábano el qué dirán,
si somos cursis, es cosa nuestra, y nunca, de nadie más.
Somos cursis… sí, lo aceptamos,
y que nos dejen en paz…
Enamorándonos, lo que es romántico,
es sintomático ¡ay!, del verbo amar;
y hasta las glándulas que vierten lágrimas,
parecen frágiles, ¡ay!, es la verdad.
Si los románticos somos ridículos,
tal vez lunáticos, que más les da…
si somos cursis, es cosa nuestra, y nunca, de nadie más.
Somos cursis… sí, lo aceptamos,
y que nos dejen en paz…
y que nos dejen en paz…
y que nos dejen en paz…