Acabo de llegar,
no soy un extraño.
Conozco esta ciudad,
no es como en los diarios desde allá.
Dos tipos en un bar
se toman las manos,
prenden un grabador
y bailan un tango de verdad.
Y yo los miro sin querer mirar,
enciendo un faso para despistar,
me quedo piola y empiezo a pensar
que no hay que pescar dos peces con la misma red.
Acabo de mirar
las luces que pasan,
acabo de cruzar
la plaza, las razas y el color.
Y siento un humo como familiar,
alguien se acerca y comienza a hablar,
me quedo piola y digo: “¿Qué tal?, vamos a pescar
dos peces con la misma red”.
Desprejuiciados son los que vendrán,
y los que están ya no me importan más:
los carceleros de la humanidad
no me atraparán dos veces con la misma red.