"Está listo", sentenciaron las comadres y el varón,
Ya difunto en el presagio, en el último momento
De su pobre vida rea, dejó al mundo el testamento
De estas amargas palabras, piantadas de su rencor...
Esta noche para siempre terminaron mis hazañas
Un chamuyo misterioso me acorrala el corazón,
Alguien chaira en los rincones el rigor de la guadaña
Y anda un algo cerca 'el catre olfateándome el cajón.
Los recuerdos más fuleros me destrozan la cabeza:
Una infancia sin juguetes, un pasado sin honor,
El dolor de unas cadenas que aún me queman las muñecas
Y una mina que arrodilla mis arrestos de varón.
Yo quiero morir conmigo,
Sin confesión y sin Dios,
Crucificao a mis penas
Como abrazao a un rencor.
Nada le debo a la vida,
Nada le debo al amor,
Aquella me dio amarguras
Y el amor, una traición.
Yo no quiero la comedia de las lágrimas sinceras,
Ni palabras de consuelo, no ando en busca de un perdón;
No pretendo sacramentos ni palabras funebreras:
Me le entrego mansamente como me entregué al botón.
Sólo a usté, vieja querida, si viviese, le daría
El derecho de encenderle cuatro velas a mi adiós,
De volcar todo su pecho sobre mi hereje agonía,
De llorar sobre mis manos y pedirme el corazón...
Nada le debo a la vida,
Nada le debo al amor,
Aquella me dio amarguras
Y el amor, una traición